Bioplástico fácil de fabricar y con propiedades parecidas al tradicional

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Existe una gran necesidad de encontrar sucedáneos del plástico tradicional que no acarreen los problemas de contaminación persistente de éste y que constituyan un recurso sostenible.

Unos investigadores han desarrollado un método para llevar a cabo la fabricación a gran escala de objetos de uso cotidiano, desde teléfonos móviles o celulares, a fiambreras u otros recipientes para alimentos, pasando por juguetes e infinidad de objetos de otros tipos, y todo ello usando un bioplástico plenamente degradable, obtenido a partir de los caparazones o partes duras externas de langostinos y crustáceos similares.

Los objetos fabricados con este material muestran muchas de las propiedades de los objetos fabricados con plásticos sintéticos convencionales, pero sin la problemática medioambiental inherente a estos últimos. El nuevo bioplástico también aventaja a la mayoría de los bioplásticos actuales del mercado ya que no plantea ninguna amenaza para los árboles ni compite contra la agricultura alimentaria.

La mayoría de los bioplásticos se fabrican a partir de la celulosa, un material vegetal. El equipo de Javier Fernández y Don Ingber, del Instituto Wyss para la Ingeniería Biológicamente Inspirada, que está vinculado a la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas (SEAS) de la Universidad de Harvard, y que tiene su sede en Boston, Massachusetts, Estados Unidos, desarrolló un bioplástico a partir del quitosano, un derivado de la quitina, la cual ocupa un puesto destacado de entre los polímeros naturales y está considerada como el segundo material orgánico más abundante de la Tierra. La quitina es un polisacárido de cadena larga responsable de las corazas duras de langostinos y otros crustáceos, las cutículas (comparables a armaduras) de insectos, las resistentes paredes celulares de hongos, y las flexibles alas de las mariposas, entre otros muchos componentes anatómicos de la vida en el planeta.

Piezas de ajedrez hechas con el nuevo bioplástico, que ostentan formas tan precisas como las de objetos hechos de plástico común. (Foto: Instituto Wyss de la Universidad de Harvard)

La mayoría de la quitina disponible con facilidad en el ámbito comercial mundial proviene de los caparazones de langostinos y otros crustáceos, y se desecha o se usa como fertilizante, o en cosmética, o como suplemento dietético, entre algunas otras aplicaciones. Pero algunas de las mejores propiedades del material y sus derivados han estado desaprovechadas durante mucho tiempo. Los ingenieros no han sido capaces de fabricar formas complejas en tres dimensiones (3D) usando materiales a base de quitina, hasta ahora.

El equipo de Fernández e Ingber ha desarrollado un nuevo modo de procesar el material de manera que pueda ser usado para fabricar objetos en 3D, grandes, de formas complejas, y, lo más importante, usando técnicas de fabricación tradicionales de la industria del plástico.

Además, el bioplástico de quitosano se descompone en unas dos semanas cuando regresa al medio ambiente, y esa descomposición libera nutrientes valiosos para el crecimiento de las plantas. Nada que ver con el plástico común, que, dependiendo del tipo y de su grado de exposición a los elementos naturales, puede tardar hasta siglos en descomponerse, manteniéndose mientras tanto como un desecho persistente. Y peligroso, ya que, en trocitos pequeños, puede ser tragado inadvertidamente por animales, además de ocasionar otros problemas medioambientales.

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